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La generación perdida contraataca

Ikeido Jun, Rosujene no gyakushū (La generación perdida contraataca), Diamond-sha, 2012.

Ikeido Jun, Rosujene no gyakushū (Diamond-sha, 2012)

Ikeido Jun, Rosujene no gyakushū (Diamond-sha, 2012)

Rosujene no gyakushū es la tercera entrega de las aventuras del empleado de banca Hanzawa Naoki, una de las series de más éxito en Japón de los últimos años. Después del primer volumen Oretachi Baaburu nyūkōgumi (Nosotros, contratados durante la Burbuja, Bungei shunjū, 2004), la segunda entrega de la serie Oretachi hana no Baaburu-gumi (Nosotros, maravillas de la Burbuja, Bungei shunjū, 2008) no añadió nada demasiado nuevo a la serie. Más odio contra los funcionarios del Ministerio de Finanzas y más puñaladas traperas de sus superiores, seguidos obviamente por la venganza magistral de Hanzawa. Lo más interesante del volumen es quizás el final, cuando, aunque haya conseguido vencer políticamente a sus adversarios dentro del banco, el protagonista se ve «desterrado» a una empresa filial de perfil mucho menor. Que su venganza fuera justa no quiere decir que Hanzawa parezca menos peligroso a los directivos que han sido testigos de todo el proceso.

En este tercer episodio de las aventuras de Hanzawa, Ikeido Jun da nueva vida a la serie saliendo del asfixiante mundo de la banca. Hanzawa trabaja ahora para la empresa financiera Tōkyō Central Shōken, filial del banco Tōkyō Chūō Ginkō, cuando una empresa de tecnologías de la información les pide asesoramiento para adquirir a la empresa rival Tōkyō Spiral. Sorprendentemente, cuando el banco se entera de la propuesta, le quita el cliente a su filial sin miramientos. Lejos de aceptar esta humillación sin más, Hanzawa acaba convirtiéndose en el asesor de Sena Yōsuke, uno de los socios fundadores de Tōkyō Spiral, que intenta con todas sus fuerzas que su empresa no sea adquirida.

Sacando a Hanzawa de la oficina central del banco, Ikeido logra incorporar dos nuevos temas: la cultura de los emprendedores, personificada por Sena, y la entrada en el mundo profesional de la generación post-Burbuja, la «generación perdida». El personaje de Moriyama Masahiro, también desterrado por el banco a Tōkyō Central Shōken, encarna a esta generación y su frustración ante la falta de oportunidades económicas y el inmovilismo de las generaciones mayores que crearon tanto el lujo de la Burbuja y como la miseria de su estallido. En Moriyama Hanzawa encuentra un aliado para su cruzada justiciera particular, y acaba dándose cuenta del fracaso de su generación por haber seguido el modelo de la generación anterior sin cuestionarlo.

El personaje de Sena permite a Ikeido presentar el conflicto entre emprendedores creadores y especuladores financieros. Sin más pedigrí que la educación básica, Sena ha creado y visto crecer su empresa desde los veinticinco años, y siente por Tōkyō Spiral un afecto personal que va mucho más allá de lo económico. En cierto sentido, no es muy distinto del protagonista de otro de los éxitos de Ikeido Shitamachi Rocket (Cohete de barrio, Shōgakukan, 2010), que sueña con construir válvulas para cohetes desde su pequeña empresa familiar. Aunque no está falto de idealización, Sena personifica el valor del trabajo como realización del individuo. Como dice él mismo al final de la novela: «Cuando hablo de vencedores no pienso en los asalariados de una gran empresa. Pienso en aquellos que pueden decir que se sienten orgullosos de su trabajo» (p. 326).

La novela está aderezada como siempre con las clásicas intrigas en las que se ve envuelto Hanzawa. Conflictos entre facciones dentro del banco, compañeros traicioneros que pisotean a quien haga falta para medrar, superiores que no dudan en echar la culpa de sus errores a sus subordinados y adjudicarse sus éxitos cuando pueden, etc. Por desgracia, algo que tampoco cambia es la representación de las mujeres en la serie. No sólo es que no haya prácticamente ni una sola mujer con un papel significativo, sino que las que aparecen (casi siempre esposas de los actores principales de la acción), lo hacen puramente para crear escenas de histeria que contrastan con la calculada frialdad del resto de personajes. Es una pena que Ikeido no incluya en la serie ni un solo personaje femenino interesante, cuando otras obras suyas como Fushōji (Escándalo, Jitsugyō no Nihon-sha, 2004) demuestran que es capaz de escribirlos.

Acerca de Pau Pitarch

Associate Professor (准教授) of Modern Japanese Literature at Waseda University

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Esta entrada fue publicada en junio 27, 2017 por en Reseñas y etiquetada con , , .

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