Ikeido Jun, Oretachi Baaburu nyūkōgumi (Nosotros, contratados durante la Burbuja), Bungei shunjū, 2004.
El industrial Higashida Mitsuru, uno de los clientes del banco en el que trabaja Hanzawa Naoki, ha desaparecido justo después que le concedieran un crédito de quinientos millones de yenes. El jefe de Hanzawa, Asano Tadasu, que le echó prisa para aprobar el préstamo por vía exprés con el objetivo de aumentar el volumen de transacciones de la sucursal, ahora no parece dispuesto a asumir su parte de responsabilidad, e intenta echarle todas las culpas a su subordinado. Por si todo esto no fuera poco, el gobierno también está buscando a Higashida por crímenes fiscales, y congelarán todos sus bienes cuando le atrapen, de manera que el banco no recuperará su dinero a no ser que Hanzawa encuentre al fugitivo primero…
Oretachi Baaburu nyūkōgumi abre una de las series de novela económica de más éxito de la última década en Japón. Como es habitual en el género, la novela combina el thriller y la intriga con una descripción detallada de la cultura empresarial japonesa. Además de cuestiones técnicas como los problemas que trae la falta de definición legal del concepto de «bancarrota» en Japón, leer las peripecias de Hanzawa nos ofrece una perspectiva íntima sobre las luchas de poder cotidianas dentro de una organización tan compleja como es un banco.
El éxito de la serie se debe quizá a su habilidad para combinar lo desconocido con lo familiar. Por un lado, la enorme mayoría de la población japonesa nunca tendrá acceso de primera mano a lo que se cuece entre bastidores en las instituciones bancarias del país. Por otro, cualquier persona que trabaje ha experimentado en sus carnes esa cultura laboral jerárquica que permite a los superiores echar demasiado a menudo las culpas de todo a sus subordinados.
Es en este segundo sentido que Hanzawa es un personaje con el que muchos se pueden sentir identificados, a la vez que admirar, puesto que su característica principal es que nunca asume errores ajenos. «En principio asumo que el ser humano es bueno por naturaleza. Si me tratan con cordialidad, responderé sinceramente del mismo modo. Pero si me la juegan, se la devuelvo. No me voy a quedar lloriqueando. Se la devuelvo multiplicada por diez. No voy a parar hasta destrozarlo. Hasta que no pueda levantarse de nuevo. Eso es lo que quiero que entienda Asano», dice el protagonista en una de las escenas culminantes de la historia (p. 290).
El mundo bancario de la novela es un mundo cruel y despiadado, y eminentemente masculino. La esposa de Hanzawa (uno de los pocos personajes femeninos con más de una línea de diálogo) aparece básicamente para azuzar a su marido y demostrar que las luchas de poder en el banco sólo se pueden entender desde dentro. Los empleados se ven usados sin miramiento alguno como peones en estas luchas, piezas desechables a las que se puede «desterrar» a una empresa filial (y mucho menos prestigiosa) del banco cuando ya no son útiles.
Prácticas característicamente japonesas, como el nemawashi (consultas informales dentro de la empresa para sondear posibles aliados antes de proponer un cambio) muestran aquí su lado más oscuro, cuando el jefe de Hanzawa usa su red de contactos como herramienta de poder para predisponer a los investigadores internos contra su subordinado.
La dimensión generacional también queda clara en la novela desde su propio título, que identifica a Hanzawa como la generación que empezó a trabajar durante la burbuja económica de los ochenta, pero que ha tenido que soportar las décadas de crisis posteriores. Frente a ellos, se encuentra la generación anterior, que disfrutó al máximo de la bonanza económica de los ochenta y ahora se resiste a dejar sus privilegios.
Aunque la obra nos lleva a simpatizar con Hanzawa, más que por un sentido de justicia moral, es por instinto de supervivencia. Éste es un mundo en el que el grande se come al chico, y se acepta cierta creatividad al interpretar las leyes, siempre que no se ponga en peligro a la institución. El microcosmos del banco tiene clara preeminencia sobre la sociedad en conjunto. De hecho, hay momentos en que Hanzawa incluso parece simpatizar con las acciones de su jefe. Si hay alguien que aparece descrito con bilis y odio, por otra parte, esos no son ninguno de los criminales, sino los funcionarios del Ministerio de Finanzas que investigan las cuentas del banco.
No es sorprendente que en su versión televisiva (Hanzawa Naoki, TBS), la serie más vista de 2013, los guionistas optaran por dar a la historia un sentido moral más convencional, añadiendo una historia de venganza personal de Hanzawa contra el banquero que causó la muerte de su padre. La esposa del protagonista (interpretada en televisión por Ueto Aya) también es un personaje completamente distinto, mucho más comprensiva y sacrificada que la esposa original. Puede que los productores pensaran que la serie tendría más éxito con un conflicto moralmente más claro, que con el turbio mundo de traiciones y engaños que nos deja entrever la novela.