Hoy hace 75 años de la muerte de Hagiwara Sakutarō (1886-1942), considerado a menudo el padre de la poesía moderna japonesa.
Nacido en Maebashi (Gunma), Hagiwara tuvo una educación relativamente caótica, cambiando a menudo de escuela, puesto que le interesaba más pasarse horas tocando la guitarra o la harmónica que los estudios.
Después de trabar contacto con Kitahara Hakushū (1885-1942) y Murō Saisei (1889-1962), también famosos poetas de su generación, Hagiwara empezó a participar en varias revistas poéticas y publicó su primera colección Tsuki ni hoeru (Ladrando a la luna, 1917). Le seguirían el libro de prosas y aforismos Atarashiki yokujō (Un nuevo deseo, 1922), y las colecciones poéticas Aoneko (El gato azul) y Chō o yumemu (Soñando una mariposa), ambos en 1923.
Su poesía experimental y vanguardista abrió nuevos límites para la poesía en verso libre japonesa. Usando una dicción coloquial, Hagiwara fue capaz de destilar lo mejor del simbolismo, el decadentismo y el expresionismo, en un universo de imágenes personales a menudo crípticas, pero siempre impactantes, que diseccionan con ojo clínico las contradicciones y patologías de la psique moderna. El poema era para él una manera de «atrapar los nervios de la emoción», como dice en el prólogo a Tsuki ni hoeru.
Su colección de poemas Hyōtō (La isla de hielo, 1934) supuso un cambio de estilo significativo. Con una dicción más arcaizante, sus imágenes son más directas y duras, sin el tono travieso vanguardista de sus inicios. En esta época Hagiwara se acercó más al tono del Romanticismo Japonés (Nihon roman-ha) de la década de los treinta, con ensayos como “Nihon e no kaiki” (“Regreso a Japón”, 1938), que reflexionan sobre el efecto de la modernización a marchas forzadas sobre la cultura japonesa moderna.
Además de poeta y ensayista, Hagiwara fue profesor de literatura en la Universidad de Meiji (Tokyo) desde 1934 hasta poco antes de su muerte por una neumonía a la temprana edad de 55 años.