Hoy os presentamos el poema de Kitahara Hakushū (1885-1942) «Jashūmon hikyoku» (“Himno secreto de la herejía”).
Facsímil de la primera edición de Jashūmon (1909). El diseño de la portada combina motivos del sureste asiático con el sello de la Compañía de Jesús.
Este es el poema que abre su primera colección Jashūmon (Herejía, 1909). El libro recoge los frutos de la fascinación de Hakushū por la poesía simbolista y decadentista europea, y su interés por el arte y la cultura del sur de Japón en el siglo XVI, cuando llegaron al archipiélago los primeros misioneros cristianos.
«Jashūmon hikyoku» es un poema sobre el cristianismo como mundo exótico. El yo poético dice creer en el Dios cristiano, pero está claro que más que lo espiritual lo que le atrae es la combinación sensual de colores, aromas y sonidos, y la dimensión mágica de la experiencia religiosa. El efecto en japonés es sorprendente, tanto por la abundancia de palabras en lenguas extranjeras (marcadas en cursiva en la traducción), como por el ritmo hipnótico de sus versos, que usan grupos familiares de cinco y siete sílabas, como en la poesía waka, pero en combinaciones siempre cambiantes.
El poema es occidentalismo en estado puro. La imagen especular de tantas fantasías europeas sobre Japón. Fascinación enfebrecida por un mundo que sólo existe en las fantasías del yo poético que lo imagina.
Dado que es un poema que busca sobre todo el efecto sonoro, he decidido hacer una traducción en versos blancos, combinando de manera irregular endecasílabos y alejandrinos, como les gustaba hacer a los poetas modernistas hispánicos contemporáneos a Hakushū.
“Himno secreto de la herejía”
Yo creo en la herejía de un mundo que se acaba.
Y en el poder del Deus de los cristianos,
El capitán de un negro bajel,
la extraña tierra de los pelirrojos,
En el vidrio escarlata, en el clavel fragante,
Las telas de algodón de São Tomé,
Creo en el vinho tinto y creo en el araq.
Dominicanos de ojos verdes cantan
Fórmulas mágicas en sueños y hablan
Del Dios hereje, del Señor prohibido,
Y de la cruz teñida con su sangre,
De la ilusión del artefacto que hace
Que un grano de mostaza parezca una manzana,
Y de la extraña lente que se dice
Puede llegar a ver el mismo Paraíso.
Sus casas son de piedra y cuentan que de noche
Se enciende de los mármoles la blanca
Sangre en las venas hechas de diamante.
Hermosos sueños eléctricos flotan
Sobre el aroma de los terciopelos
Donde proyectan las formas de bestias
Y aves extraordinarias de la Luna.
Dicen también que sus afeites salen
Del néctar de unas flores venenosas,
Y pintan sus iconos de María
Con el aceite de piedras podridas.
Dispuestas en horizontal, las letras
Azules del latín o el portugués rebosan
Sonidos de un placer triste y hermoso.
Así os rezamos Santos Padres de la Ilusión.
Aunque nos lleve a la muerte en la cruz,
Y siglos se reduzcan a un instante,
No abjuraremos la fe. Concedednos
Los antiguos secretos esotéricos,
Los misteriosos sueños escarlatas.
Con el cuerpo y el alma envueltos en aromas,
A ti te oramos hoy, oh Señor de la Dicha.