Uehashi Nahoko, Moribito: El guardián de la oscuridad, SM (colección El Barco de vapor), 2010.
(Yami no Moribito, 1996)
Traducción de Gonzalo Fernández, 283 páginas.
En este segundo libro de la serie Moribito, seguiremos las aventuras de Balsa tras su encuentro con el guardián del espíritu. Afectada profundamente por su relación con Chagum, Balsa decide vovler a su país natal para cerrar heridas, consciente de que no podrá descansar hasta hacer justicia al nombre de su mentor Jiguro, pues la sacó de Kanbal para evitar que fuera asesinada como su padre por el rey Rogsam, y murió tras una vida dedicada a protegerla sin que nadie en su familia lo supiera. Rogsam murió y le sustituye su hijo Radalle, lo que parece facilitar el camino de nuestra heroína, pero un encuentro con los hyohlu, guardianes de la oscuridad del reino subterráneo del Rey de la Montaña, supondrá el comienzo de los problemas para Balsa: conocerá a una pareja de niños en los que deberá depositar su confianza en un reino hostil, entrará en contacto con seres fantásticos y se verá forzada a retomar el camino de la venganza cuando descubra las difamaciones sobre Jiguro extendidas por su hermano Yuguro, que pretende valerse del rey Radalle para concentrar el poder y precipitar lo que podría suponer el final de Kanbal.
Uehashi continúa construyendo el universo de Moribito en esta segunda aventura, donde el personaje de Balsa gana entidad en su lucha interior para dejar de lado la ira y cerrar el capítulo más traumático de su vida, la huída de Kanbal y su deuda eterna con Jiguro. En esta ocasión, la autora se vale del reino de Kanbal para presentarnos un territorio hostil que se opone completamente a la riqueza natural del Nuevo Yogo de El guardián del espíritu. La dureza y la pobreza se ven reforzados en la distinción por castas, con los lanceros reales en la cúspide y los pastores en lo más bajo; y la necesidad de la luisha, mineral obtenido del reino subterráneo de la montaña para poder importar bienes de primera necesidad desde otros reinos ante la ausencia de recursos.
A diferencia de la primera novela de la saga, en esta cobrarán más relevancia los seres que se va encontrando Balsa a lo largo de su estancia en Kanbal, recordando por momentos a La Historia Interminable de Ende, pero sin perder de vista las referencias a la espiritualidad japonesa, como la explicación del origen de los clanes del mundo conocido a partir del cuerpo del dios de la tormenta y el importantísimo papel de los espectros en la relación entre la vida y la muerte. Otro elemento que se repite es la coexistencia entre dos realidades, estableciéndolas en esta ocasión como “arriba-luz” y “abajo-oscuridad”. Uehashi también plantea ideas como la irrelevancia de la pertenencia a una familia u otra o a uno u otro sexo a la hora de conseguir algo en la vida, pues todos somos iguales, algo que refuerza al decir que, en el fondo, un guerrero y un pastor son la misma cosa. Otra idea interesante acerca del honor y la honradez nos dice que hay que desconfiar de aquellos que piden a otras personas mentir.
El guardián de la oscuridad es una perfecta continuación de las aventuras de Balsa, con más intriga, más aventura y sobre todo, siendo redundantes, más oscuridad. Lástima que SM no haya seguido publicando más aventuras de la serie.
A la edición se aplican los mismos reproches y virtudes que a su antecesora. Resulta especialmente sangrante la ilustración del jefe del clan Yonsa, que es básicamente Papá Noel sin gorro.