Aprovechando que esta semana se han cumplido cincuenta años de su muerte, hoy os traemos el poema de Satō Haruo (1892-1964) «Muerte de un idiota» («Gusha no shi», Subaru, marzo de 1911).
El poema está inspirado por la ejecución del médico Ōishi Seinosuke (1867-1911), uno de los condenados por el “Caso de alta traición” (Taigyaku jiken) en 1910. Doce activistas de izquierda fueron ahorcados, incluyendo al célebre pensador anarquista Kōtoku Shūsui (1871-1911), por su supuesta implicación en un complot para asesinar al Emperador Meiji. El abogado defensor del caso fue el también literato Hiraide Shū.
Ōishi, como seis acusados más en el caso, era de Shingū (Wakayama), ciudad natal de Satō, y era un amigo personal de su familia. Conocido por sus simpatías socialistas, el médico fue acusado de haber ayudado a los terroristas en sus experimentos con explosivos, aunque no está claro que ninguno de ellos supiera realmente cómo fabricar una bomba.
«Muerte de un idiota»
El 23 de enero de 1911
Mataron a Ōishi Seinosuke.
En verdad merecen que los maten,
Aquellos que violan las leyes solemnes de la mayoría.
Mataron a un idiota,
Que quiso jugar con su vida,
Sin conocer la historia de la nación,
Uno que no era ni japonés.
«De la mentira nace la verdad», cuentan que dijo
En el cadalso. Esta frase es el colmo de la estupidez.
Nuestra patria es Shingū en Kishū.
Su patria era también la mía.
Escucha, dicen que su patria y mi patria
Shingū en Kishū tiembla de terror.
Seguro que estará muy triste, nuestra ciudad de mercaderes astutos.
Ciudadanos, haya prudencia.
Maestros, contadnos la historia de la nación.
Aún sin conocer las simpatías ideológicas del joven Satō, el poema tiene un evidente tono sarcástico. No hay ni una sola mención al supuesto crimen por el que se ejecutó a Ōishi, y las críticas hacia él son tan burdas que no pueden leerse sino como sátira de quienes profesan esas opiniones. Se repite también obsesivamente que el yo poético y el ejecutado provenían ambos de Shingū en Kishū (nombre tradicional de la actual prefectura de Wakayama), con la identificación implícita que ello supone frente al silencio de los «mercaderes astutos».
Con la excusa de llamarlas «el colmo de la estupidez», el poema da difusión a las últimas palabras de Ōishi, que podrían servir como guía para interpretar el propio poema. «De la mentira nace la verdad», del mismo modo que de las «mentiras» que llenan estos versos, el lector sabrá sacar la «verdad» que escondió en ellos el poeta.