Me acerqué a la obra de Itō guiada por el interés en narrativas acerca de nuestra existencia corporal, en historias que vislumbran los significados culturales acerca de experiencias cotidianas como la menstruación, el embarazo, el parto, amamantar y la crianza. El 27 de Septiembre del 2016 tuve el placer de encontrarme con Itō, una autora accesible, abierta y dispuesta a apoyar mis esfuerzos académicos.
ENTREVISTA
Esta entrevista ha sido traducida, condensada y editada.
KB: No he leído nada tan honesto, directo y libre como tus escritos sobre el cuerpo. ¿De dónde surge esta honestidad? ¿Por qué eres tan directa?
I: ¿Quién más? ¿A quién te refieres? ¿Quién no es directo? Yo sé porque, y tengo mis respuestas listas, solo que trato de no repetir. Yo siempre he estado interesada en el cuerpo. Cuando empecé a escribir, cuando me hice mayor, sentía que ya todo estaba hecho, terminado. La generación que me presidió era muy abierta a la sociedad, miraba hacia fuera. En cambio, mi generación mira hacia adentro, ésa soy yo y por eso, la mirada al cuerpo. Ese es mi carácter: egocéntrico. A los dieciocho, diecinueve y veinte años estaba en la Universidad de Aoyama Gakuin, y ahí no había nada, no disfruté para nada esa etapa. Pero había una profesora que estaba traduciendo a Siv Cedering Fox, una autora sueca, al japonés. En ese entonces el feminismo, o el umen ribu (“women’s lib”, movimiento de liberación de mujeres) había terminado, bueno no debería decir terminado, pero se había calmado. Mi profesora estaba traduciendo su poesía feminista, y yo era una chica joven que la estaba ayudando. Estaba muy choqueada porque en cada línea ella escribía “pene”, “vagina” o este tipo de palabras. En mi traducción escribí joseiki (órgano femenino), y mi profesora me dijo que tenía que traducir directamente, y escribir manko (vagina). Lo publicamos y tuvo muy buena acogida precisamente por el uso de estas palabras. Esta era una idea muy fuerte que tenía Siv Cedering: “te tienes que abrir”. Mi profesora Atsumi Akiko, junto con Mizuka Mineko, publicaron una revista llamada Feminist (Feminista) y yo les ayudaba, y la llevaba a los distintos centros del movimiento de liberación femenina en Shinjuku y Shibuya, y allí me invitaban a compartir con ellas. Fue así cómo terminé teniendo conversaciones con ellas sobre sexo de manera abierta, y esta experiencia fue muy buena para mi y así fue que empecé, yo me sentía lista para escribir sobre estos temas por mi misma. Al mismo tiempo, yo sufría de desordenes alimenticios, lo que me hizo volcarme sobre mi misma. Creo que es la combinación de todas estas circunstancias y mi propio carácter lo que me hizo escribir de esta manera.
KB: ¿O sea que nunca sentiste miedo o vergüenza escribiendo?
I: Yo era osada e impulsiva. Escribir acerca de lo que causa miedo o vergüenza es la mejor manera de empezar a romper el hielo.
KB: Escribiste mucho sobre tu experiencia de maternidad, sobre tu identidad como mamá. ¿Qué tal acerca de ser abuela? ¿Cómo se siente ser abuela? ¿El abuelazgo tiene cabida en tu trabajo?
I: No es muy interesante ser abuela. Es decir, son tiernos, me encanta verles, pero aún sigo interesada en mis hijas.
KB: ¿Y qué tal ver a tus hijas como madres?
I: Kanoko tiene dos hijos, y de vez en cuando me llama y se queja, y yo la escucho. En realidad soy una mejor mamá de lo que la gente puede pensar. Yo la escucho y no digo nada, ella me dice muchas cosas muy parecidas a las que yo pensaba, y a veces pienso que me hubiera gustado tener una mamá así, como yo. Me gustaría haberme tenido a mi misma de mamá.
KB: El embarazo y la maternidad son experiencias compartidas por un grupo específico de personas que facilitan la conexión entre estas. Pero de algún modo todas somos hijas, y en nuestra capacidad de hijas nos podríamos conectar pero no es tan común hablar de nuestro rol como hijas como es hablar de nuestro rol como madres.
I: En mi caso, muchas personas sí se acercan a mí a hablar acerca de sus relaciones con sus padres. Así que también empecé a escribir sobre esto, y sobre mis propios padres. Yo crecí en los setentas y ochentas, rodeada de muchos tipos de mujeres y tengo varios amigos y amigas en Tokio, algunos están casados pero casi nadie tuvo hijos o hijas. Entonces no podía hablar con ellos sobre mi experiencia como madre. Pero ahora todos estamos afrontando los mismos tipos de problemas y pérdidas, y podemos hablar de ello, es increíble, realmente increíble. Todos somos hijas o hijos, y todos tenemos algún tipo de relación con nuestros padres, bien sea en contra o a favor, pero algún tipo de vínculo.
KB: Escribir en Japonés es especial ya que podemos escribir la misma palabra de tres modos diferentes: en kanji, hiragana o katakana. Dependiendo del modo hay una capa de significado que es prácticamente intraducible. ¿Cómo es tu proceso a la hora de escoger las palabras que vas a usar? ¿Por qué escoger hiragana o katakana para ciertas palabras? Por ejemplo, en tu poema “Kanoko shisshin wo naosu” (“A sanar el sarpullido de Kanoko”) usas principalmente hiragana, ¿por qué?
I: ¿Cómo surgió ese poema? Yo acababa de tener una bebé hacía dos o tres semanas. Los bebés recién nacidos tienen unos granitos en la piel, o algún tipo de sarpullido en la piel, no es nada, pero como mamá primeriza me preocupé. Fui a una lectura de poesía (la primera vez que iba después de haber estado ausente por un tiempo) a la que me habían invitado algunos poetas mayores. Esta vez no traje ningún libro para leer porque venía a hacer parte de la audiencia pero una vez allí, me motivaron a declamar, y me dijeron: “aún lo puedes hacer” (sin libro). El sarpullido de Kanoko ocupaba mi mente, me senté, y decidí que se lo iba a curar. Fue una especie de salmodia, de canto espiritual. En ese entonces estaba muy interesada en las tradiciones orales de los indígenas norteamericanos. Había leído una traducción al Japonés por Kanaseki Hisao Mahō toshite no kotoba (Palabras mágicas). Una traducción hermosa, un Japonés neutral. La primera vez que lo leí pensé que era como si nuestros clásicos Japoneses, como el Kojiki o el Nihon shoki, que tienen mucha poesía, hubieran sido traducidos a un Japonés contemporáneo neutral. La similitud entre las tradiciones orales de los indígenas norteamericanos y los clásicos Japoneses despertó mi interés por estos. En mi poema quería hacer algo parecido, un majinai, un hechizo sanador: a sanar el sarpullido de Kanoko, sanar el sarpullido de Kanoko, y de pronto, con esta declamación su sarpullido desaparecería. Es un poema largo. A penas llegué a casa, me senté y lo escribí, tal y como lo recordaba. Y lo escribí en hiragana porque el origen de este poema fue oral. Si escribes en kanji, puedes acceder al significado casi inmediatamente porque es una imagen visual. En cambio, cuando escribes en hiragana o katakana tienes que leerlo despacio, si no, no llega el sentido. Quería escribir a la misma velocidad con la que hablo. Pero hay ciertas palabras que tengo que escribir en kanji porque si no, nadie sabe de qué estoy hablando, por ejemplo, shirōsei (seborrea). Y por ejemplo, como todo el mundo sabe qué es tanpakushitsu (proteína), la escribí en katakana y no en kanji. Usé katakana y no hiragana para resaltarla, hacerla particular, y marcar su origen extranjero. En mis escritos uso mucho hiragana, creo que es el resultado de la influencia de autores como Hagiwara Sakutarō y Miyazawa Kenji antes de la Segunda Guerra Mundial, y tal vez también se debe a que no leí poesía contemporánea antes de empezar a escribir.
KB: ¿Crees que la literatura o la poesía tienen potencial de sanación o empoderamiento?
I: Yo tengo una columna de opinión en el periódico Nishi nihon. Se titula Banji OK! Es un dicho que quiere decir “todo va a estar bien”. Y las y los lectores me consultan acerca de una gran variedad de temas sobre sus vidas, soy como una consejera u orientadora. La audiencia de mis declamaciones poéticas son mamás cansadas. Así que de algún modo, seguí los pasos de mi abuela, ya que hago sanación a través de la palabra. También he trabajado con Tanaka Mitsu haciendo talleres con mujeres que sufren de desordenes alimenticios. Así que mi poesía sirve para atender a personas enfermas y los trato de curar. Pero yo estoy tratando de salvarme a mí y no a otras personas, yo siempre escribo sobre mí: yo, yo y yo. Pero llevo escribiendo durante más de veinte años. Claro que escribo sobre mí pero también hago muchas observaciones generales, así que las personas que me leen pueden observarme y sacar conclusiones por sí mismos sobre hábitos que todas compartimos. Por eso, cuando escribo yo realmente estoy escribiendo nosotras.
KB: ¿Crees que tu trabajo es feminista? ¿Crees que hay algo único en la literatura Japonesa en términos de la representación del cuerpo femenino?
I: Cuando tenía veinte y treinta años no me gustaba que me llamaran feminista. Aunque era amiga de Tanaka Mitsu, una feminista reconocida, no quería que me llamaran feminista. ¿Por qué? Tal vez porque las casas editoriales nos querían vender como “autoras mujeres” y la sociedad nos quería consumir como “autoras mujeres,” es decir, teníamos que ser jóvenes, flacas, bonitas, y escribir de cierta manera acerca de nuestra sexualidad. Y bueno, yo no quería que me encasillaran, yo no quería ser una “poetisa”, quería ser “un poeta como usted”. Ahora puedo decir que soy feminista, ciento por ciento. Tal vez por mi experiencia en Estados Unidos, una sociedad más madura en términos de igualdad de género, y sí, soy feminista, ¿por qué no?