Un género bastante común en la crítica literaria japonesa es el taidan (diálogo), que consiste en reunir a varios especialistas en un tema y transcribir su conversación. Para celebrar que se acaba de publicar la nueva colección de relatos de Murakami Haruki, Hombres sin mujeres, dos de nuestros colaboradores se reunieron para charlar sobre su obra. Este es el resultado del encuentro:
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Jordi Serrano (J): No es la primera vez que podemos leer en español relatos breves de Murakami. Tusquets primero publicó en 2008 Sauce ciego, mujer dormida, y el año pasado sacó Después del terremoto. ¿Qué te parece esta nueva antología en comparación con las otras dos?
Benito Elías (B): En la última colección de relatos se puede apreciar el sabor de Murakami en su totalidad, pero quizá se eche de menos una mayor presencia de lo fantástico (que yo solo he encontrado en tres relatos, precisamente los tres últimos), sobre todo teniendo en cuenta que muchos relatos anteriores tienen un marcado carácter fantástico. Por otro lado, frente a Después del terremoto, esta antología está desconectada de un suceso real y traumático como fue el terremoto de Kobe, por lo que las historias que crea el autor emocionan sólo en la medida en que atañen a los individuos protagonistas, y no tanto a una nación entera. Por lo demás, creo que el estilo de Murakami es bastante identificable y regular con respecto a sus anteriores trabajos, y que no presenta grandes revoluciones en su forma literaria.
J: Sí es cierto que existe poco elemento paranormal en estos relatos, al menos del mismo tipo y nivel con el que nos encontramos en obras como Kafka en la orilla. También es cierto que no hay un vínculo tan evidente con Japón como en Después del terremoto, pero sí creo que con esta antología Murakami aborda uno de sus temas preferidos, el problema de la soledad y la desconexión en la sociedad contemporánea, un conflicto quizá más doloroso en el Japón tardo-capitalista, y lo hace de forma constante a lo largo de los relatos, creando lo que considero un evidente y poderoso leitmotiv.
B: Sí, estoy totalmente de acuerdo. De hecho, me tengo que esforzar para recordar un relato o una novela donde la pérdida o la soledad no sean uno de los temas principales de una novela de Murakami. En cuanto a lo fantástico, considero que incluso cuando aparece en otras obras de Murakami, como 1Q84 o Kafka, que tú mencionas, sirve también para desarrollar esa desconexión y soledad del individuo contemporáneo.
De hecho, muchos elementos fantásticos anteriores, como en Kafka, sirven precisamente para crear puentes entre los personajes y así intentar salvarlos de su insoportable soledad: pienso, por ejemplo, en Fukaeri, de 1Q84, a través de la cual puede dejar Tengo embarazada a su amor desde la niñez, Aomame; o también en Nakata, en Kafka, que sirve para abrir un puente entre la señora Saeki y el joven Kafka para que se puedan encontrar en un mundo remoto y antes inaccesible.
J: Es un elemento esencial en la literatura post-1995 de Murakami. En sus primeras obras, el protagonista era incapaz de reconectar con sus emociones y romper con la soledad a pesar de sus vagos intentos. La imparable voluntad de Tōru Okada en Crónica del pájaro que da cuerda al mundo sienta un precedente ineludible para el resto de personajes que vendrán después: ya no vale con la apatía y la duda, el individuo debe reconectar emocionalmente con el mundo y con los demás. El uso de elementos fantásticos simbolizan también la dificultad para lograr esta empresa, puesto que el personaje debe embarcarse en un viaje a su interior que tiene difícil representación exterior. Matthew Strecher explica muy bien en su libro The Hidden Worlds of Haruki Murakami este uso de la metafísica murakamiana.
B: Sí, en Murakami la fantasía está al servicio de la configuración de la identidad propia. Pero me gustaría reflexionar más sobre lo que afirmas acerca de que la fantasía sirve para simbolizar la dificultad de reconectar emocionalmente con la sociedad, con el Otro… ¿no crees que, gracias a la fantasía, los personajes de Murakami alivian su soledad, y en tal caso la fantasía sería un lenitivo más que un símbolo de dificultad?
Cuando pienso en gatos que hablan, en mundos idílicos (como el que se desarrolla en El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas) o en la «puerta de entrada» de Kafka… creo que son motivos que ayudan al personaje a sentir menos dolor en su soledad, y en ese sentido la fantasía resulta una vía de escape muy útil porque, además de resultar escapista, permite que el personaje construya su identidad y resuelva sus conflictos internos.
J: Estamos de acuerdo en que la fantasía es un recurso simbólico, pero creo que sus usos y representaciones van más allá de significar una vía de escape que alivie al personaje. La fantasía (y entendamos por esto el recurso paranormal o metafísico) es para el protagonista una forma de romper con la aparente unidad de una realidad que no soporta o que quiere alterar. Es una herramienta, un método para ponerse en duda (puesto que si dudas de la realidad, también dudas de ti mismo), alejarse lo suficiente como para ganar cierta perspectiva y discutir tu propia identidad.
También es un recurso para Murakami, puesto que pocas cosas hay más difíciles de representar que el inconsciente humano, y ahí la imaginación te permite dar forma a lo ignoto. En ocasiones, además, la fantasía no es amable sino extremadamente peligrosa, como el hotel en Crónica o Johnnie Walker en Kafka en la orilla, capaz de poner en peligro incluso la vida del protagonista. La fantasía sirve de ayuda, pero al mismo tiempo es un desafío que debe emprenderse con determinación y valentía.
Pero creo que estamos hablando mucho de fantasía murakamiana discutiendo precisamente unos relatos en los que ésta brilla por su ausencia.
B: Entonces, cambiando de tema… ¿crees que esa desconexión emocional del personaje de Murakami con el entorno social es puramente japonesa, es decir, propia de una sociedad en que, a pesar de ser colectivista en su origen, la modernidad ha acabado por aislar críticamente a sus individuos? ¿O crees que en realidad está relatando una soledad contemporánea y global, sin nacionalidad? Es decir, historias como “Sherezade”, donde una adolescente se cuela en casa del chico que le gusta para robarle objetos personales, e incluso una camiseta sudada… ¿pueden escribirse sólo en Japón, o en cualquier parte del globo? Imagino que unas historias se presten más a ser japonesas que otras… ¿Cuál es tu opinión?
J: Creo que la forma que tiene Murakami de retratar la desconexión emocional (y el deseo de reconectar que va unido) es uno de los motivos de más peso a la hora de explicar su éxito internacional. Al fin y al cabo, todos los países industrializados donde el consumismo es la forma de entenderse socialmente se parecen, ya sean occidentales u orientales. Murakami alude a una condición contemporánea casi universal, pero eso no quiere decir que abogue por la inexistencia de particularidades culturales. En numerosas entrevistas ha repetido que él escribe en japonés sobre japoneses, y que si esto resuena con una sensibilidad global no es ni casualidad ni intención suya, sencillamente demuestra cuánto se parecen los problemas que tenemos hoy día en distintos puntos de planeta. Creo que a pesar de que el envoltorio en ocasiones sea distinto (como el ejemplo que dices de la historia de Sherezade), la esencia es la misma. Unas olerán camisetas, otros acosarán ex-amantes, pero todos adolecen de lo mismo: soledad y necesidad de reconectar con el prójimo.
B: Sí, creo que has dado en el clavo. Todas las historias de estas novelas son protagonizadas por japoneses, y sus temas sin embargo adquieren sentido en cualquier sociedad moderna porque cada vez es más palpable esa soledad omnipresente y, al mismo tiempo, necesaria en las sociedades liberales, donde cada uno ha de competir por su propia supervivencia. En cuanto al alcance de las novelas de Murakami en el resto del mundo, me da la sensación de que además se debe al lenguaje que emplea, accesible y sencillo de entender.
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Y hasta aquí llega la primera parte de nuestro mini-taidan sobre Murakami Haruki. La segunda parte, mañana.