Cuando Abe no Nakamaro (701-770) tenía sólo quince años y vivía en Nara, el emperador lo envió a China como diplomático. Cumplida su misión, Nakamaro intentó regresar a Japón en varias ocasiones. Un poema que compuso durante su estadía en China aparece en la colección Hyakunin isshu, poema n. 7.
Cuando aguzo la vista, a lo lejos
en el cielo llano como pradera,
¡es la luna, la que vi salir
detrás de la montaña de Mikasa
en Kasuga!
ama no hara
furisake mireba
kasuga naru
mikasa no yama ni
ideshi tsuki kamo
Este poema aparece también en Kokin-waka-shû (Colección de poemas de ayer y hoy, 905), volúmen 9 (Viajes), poema n. 406. Allí se dice que fue compuesto “Al observar la luna en China” y que “Hace muchos años, Nakamaro fue enviado estudiar a China. Pasó muchos años allí sin encontrar oportunidad para volver, hasta que llegó una embajada diplomática de nuestro país. Se preparó para regresar con ellos, y un grupo de chinos se acercó a despedirlo en la costa de un lugar llamado Mingzhou (j. meishi). Al caer la noche salió una luna espectacularmente bella, y allí compuso este poema.”
Hay quien dice que con este poema Nakamaro contrasta la luna de China con la de su país natal, como si hiciera gala de una preferencia por todo lo nacional con desprecio de lo extranjero. La nostalgia de este poema es innegable, pero es posible que la mención a la luna sobre Kasuga no sea más que una plegaria por un viaje seguro y exento de peligro. Es que la montaña Mikasa se alza justo detrás del templo shintoísta Kasuga, en el que los habitantes de la ciudad de Nara rezaban antes de emprender un viaje.
Por desgracia, la plegaria no fue escuchada y el barco naufragó. Nakamaro debió volver a Chang’an, la capital del imperio Chino durante la dinasatía Tang, donde murió muchos años más tarde.