Hoy os traemos la traducción del cuento medieval que inspiró a Akutagawa Ryūnosuke (1892-1927) para escribir su relato “Yabu no naka” (“En la espesura del bosque”, 1922). Se trata del cuento número 23 del volumen 29 de la colección Konjaku Monogatarishū (Historias de un pasado lejano).
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“La historia del hombre al que asaltaron en Ōeyama cuando iba de camino a Tanba* con su mujer”
*Tanba: Antigua provincia que ocupaba la parte central de la actual prefectura de Kioto y la parte este de la prefectura de Hyōgo.
Había una vez un hombre de la capital cuya mujer era de Tanba. Un día salieron de viaje a Tanba, la mujer montada a caballo y el hombre detrás, con un carcaj de diez flechas a la espalda y el arco en la mano. Cerca de Ōeyama se encontraron a un hombre fornido armado con una espada.
Se preguntaron mutuamente “¿A dónde se dirige el señor?” y siguieron el camino juntos, charlando. El hombre de la espada dijo “Esta es una espada muy famosa de la provincia de Mutsu que he heredado. Mire.” La desenvainó y ciertamente era una espada excelente. Al verla, el hombre de la capital se sintió embargado de un deseo incontenible de poseerla. Dándose cuenta de su expresión, el otro le dijo “Si quiere esta espada, se la cambiaré por el arco que lleva.” El hombre del arco, sabiendo que el arma que llevaba no era especial, pero que la espada sí que era realmente valiosa, vio que no solo conseguiría la espada que tanto quería sino que además haría un buen trueque, y aceptó sin dudarlo.
Siguieron caminando y al cabo de un rato el hombre les dijo “Me siento ridículo yendo así solo con un arco. Déjeme al menos un par de flechas mientras cruzamos las montañas. Ya que vamos juntos, no debería importarle.” El hombre de la capital pensó que tenía razón y estaba contento por haber conseguido la espada, y le dio dos flechas como pedía. Así iban uno detrás con el arco y dos flechas, y el otro con el carcaj encima y la espada al cinto.
Al cabo de un rato decidieron pararse a comer y entraron en la maleza. El hombre que habían encontrado dijo “No es decoroso comer donde nos pueda ver la gente que pasa. Vayamos un poco más adentro,” y se metieron en la espesura. Cuando el hombre de la capital estaba ayudando a su esposa a bajar del caballo, el hombre que llevaba el arco puso una flecha y le apuntó diciendo “Si te mueves, te mato.” El hombre de la capital, que no se esperaba algo así, se quedó inmóvil sin saber qué hacer. Como el otro les dijo “Venga, seguid para adentro,” temiendo por su vida, el hombre y su esposa siguieron adentrándose en la montaña unos ochocientos metros. El hombre del arco dijo “¡Tira la espada y el cuchillo!” y el hombre de la capital los tiró. El otro recogió las armas, le golpeó y le ató a un árbol con las riendas del caballo.
Al acercarse a la mujer vio que tenía apenas veinte años. No era noble pero sí hermosa. Al mirarla, el hombre se excitó y, sin pensar en otra cosa, le dijo que se desnudara. La mujer no tuvo otra opción que obedecerle y se quitó la ropa. El hombre se desnudó también, la tiró al suelo y la tomó. La mujer no pudo resistirse. ¿Qué le pasaría por la mente a su marido, que lo tuvo que ver todo atado al árbol?
El hombre se levantó, se vistió, tomó el carcaj y las flechas, la espada y el arco, se montó en el caballo y le dijo a la mujer: “Me disculparéis pero yo me marcho, que aquí ya no tengo nada que hacer. Le perdonaré la vida a vuestro marido, pero me llevaré el caballo para huir más rápido”. Desapareció al galope, y nadie sabe a dónde fue.
Luego, la mujer desató a su marido, que estaba estupefacto. “¡Inútil! ¡Nunca más contaré contigo para nada!” El marido seguía sin saber qué decir y se pusieron de nuevo camino a Tanba.
El criminal al menos tuvo la decencia de no robarle la ropa a la mujer. El marido fue un inepto total. Darle el arco y flechas a un hombre desconocido en medio del bosque es ciertamente estúpido. Nadie sabe qué fue de él, pero esta es la historia que se cuenta.