Kubo Misumi, Miro al cielo impotente, Satori, 2014.
(Fugainai boku wa sora o mita, 2010)
Traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés.
227 páginas.
Esta colección de cinco relatos conectados fue el primer libro que publicó Kubo Misumi. El texto que abre el volumen, «Mikumari», ganó un premio de literatura erótica en 2009, y eso animó a la autora a escribir más historias con los mismos personajes.
«Mikumari» presenta la peripecia que vertebrará el resto de los relatos del libro: Saitō Takumi, estudiante de instituto, tiene relaciones sexuales de manera regular con una mujer casada. Ésta, a su vez, es la narradora de «Tela de araña que cubre el mundo», en la que conoceremos su relación matrimonial. En los tres cuentos restantes veremos cómo les afectan las acciones de Saitō a una compañera de clase a quien le gusta («El orgasmo de 2035»), a un compañero que trabaja en un konbini («El cielo de Seitaka Awadachi-so»), y a su madre («Polen y polinización»).
Lejos de dar vueltas sobre el mismo tema, la autora aprovecha cada nuevo punto de vista para ampliar un poco más el abanico temático de la colección. Hacen su presencia motivos ya bastante manidos en la ficción japonesa contemporánea, como el acoso escolar o el ostracismo social, pero también visiones bastante interesantes sobre el embarazo y el parto (la madre de Saitō es comadrona), o sobre la creciente desigualdad económica en Japón.
Con contadas excepciones, el título es perfectamente aplicable a los personajes masculinos del libro. Todos parecen impotentes, si no sexualmente, sí a la hora de enfrentarse a cualquier reto vital. Padres ausentes, jóvenes manipulados que se dejan llevar, incapaces de tomar las riendas de sus propias vidas. Las mujeres del libro, cargadas de los mismos problemas, aunque igualmente desorientadas, parecen al menos más dispuestas a intervenir activamente en su realidad.
Las escenas de sexo son explícitas, pero nunca gratuitas. Incluso los detalles que podrían parecer más sórdidos o morbosos, como el hecho de que la amante de Saitō le haga disfrazarse y seguir un guión cuando tienen relaciones, ganan en sentido a medida que sabemos más de los personajes y la manera como cada uno de ellos vive la sexualidad. La ternura, la brutalidad o incluso el hastío de los distintos encuentros sexuales descritos nos ayudan a entender el universo emocional de relaciones que se despliega en las páginas de esta obra.
La traducción de Yoko Ogihara y Fernando Cordobés es solvente y efectiva pero, a parte de algunos errores de transcripción desconcertantes («janys» por «Johnny’s», por ejemplo), llama la atención la ingente cantidad de notas al pie de esta edición. Para un libro de ficción contemporánea de 227 páginas, 58 notas resultan excesivas y rompen demasiado a menudo el ritmo de lectura. Del mismo modo que el texto traducido pone simplemente «bonito seco» donde el original pone katsuobushi, se podría haber puesto «tambor» por taiko o «pollo frito» por karaage, y ahorrarse bastantes de estas llamadas al pie.