Murakami Haruki, Los años de peregrinación del chico sin color, Tusquets, 2013.
(Shikisai o motanai Tazaki Tsukuru to, kare no junrei no toshi, 2103)
Traducción de Gabriel Álvarez Martínez.
320 páginas.
Tsukuru Tazaki juguetea con la idea de morirse. Atrapado en una vorágine de apatía e incapaz de reconectar con el mundo, Tsukuru descubre que le ha perdido el miedo a la muerte, desprendido de golpe de una identidad que presuponía segura. Aburrida, sí, pero suya a fin de cuentas. Este proceso de alienación tiene su causa en la decisión de su grupo de amigos de cortar de cuajo toda relación con él. Sin proporcionarle motivo alguno, estos amigos rompen con lo que hasta entonces habían considerado un círculo harmónico perfecto, una pequeña comunidad de cinco individuos que creían se complementaban los unos a los otros. Ao (azul), Aka (rojo), Shiro (blanco) y Kuro (negro) destierran de sus vidas al que hasta entonces había sido su mejor amigo, Tsukuru (homófono del verbo construir), el único sin un color en su nombre. Estudiando en Tokio, lejos de su pueblo natal, Tsukuru se encuentra de pronto por primera vez completamente solo y aislado. Incapaz de darle sentido a esa exclusión, Tsukuru se ve arrojado a un período de reflexión existencialista del que sale de pronto triste e incompleto, pero reforzado y funcional. Pasan los años, y la interacción con una mujer con la que tiene ilusiones de establecer una relación sentimental le obliga a admitir que su vida no podrá avanzar correctamente si no cierra ese episodio de su pasado. Empujado por esta nueva resolución, Tsukuru emprende un viaje para reencontrarse con sus viejos amigos y descubrir qué les incitó a abandonarle.
Ésta podía ser la sinopsis de Los años de peregrinación del chico sin color, la última novela publicada por Murakami Haruki. De todos los aspectos que se pueden comentar acerca de esta obra, me gustaría centrarme brevemente en una idea que considero central no sólo de esta novela en particular, sino de la obra de Murakami: la necesidad de fortalecer un sentimiento de individualidad en el Japón contemporáneo.
El principal motor temático de Los años de peregrinación es el conflicto subyacente entre Tsukuru y su antiguo grupo de amigos. Este quinteto se autodefine mientras está unido como una comunidad harmoniosa, perfecta en su mutua complementación. Esta representación de la amistad puede enarcar cejas en algún lector occidental, pero para el japonés posee un paralelismo argumental claro y casi acusatorio al discurso en favor de una sociedad harmónica y homogénea que supone el eje ideológico central del estado japonés. Tsukuru pierde su sentido de la identidad al verse brutalmente separado de esta comunidad, puesto que hasta entonces había definido quién era en relación al grupo. Durante años Tsukuru se esfuerza en moldear una nueva identidad lejos de esta dependencia comunitaria, pero es incapaz de convertirse en un individuo completo mientras tenga esa herida abierta en el pasado.
La segunda parte de la novela, el «peregrinaje» de Tsukuru en busca de la verdad, ofrece al protagonista y al lector un punto de comparativa que realza los esfuerzos de Tsukuru por ser independiente. Sus amigos Ao y Aka, que ya de adolescentes tenían un futuro prometedor, se han convertido en elementos productivos y eficaces al servicio de la maquinaria consumista capitalista japonesa. Ao es un exitoso vendedor de coches Lexus, mientras que Aka es una especie de gurú ejecutivo que se dedica a entrenar trabajadores para que sean felices como peones en una empresa. Tsukuru, que siempre se sintió eclipsado por sus amigos, se sorprende cuando éstos le demuestran un escondido sentido de envidia hacia él. Tanto Ao como Aka admiran el vigor individual de Tsukuru. Si alguien podía soportar quedar separado del grupo era él. La fuente de esta fortaleza se encuentra en el sentimiento de autodeterminación del individuo, la capacidad de generar una identidad sólida e independiente del grupo. La identidad de Ao y Aka está condicionada por el reconocimiento social, y así pues pese a gozar de un aparente carrera de éxito, individualmente se sienten incompletos. Tsukuru, que persiguió sus sueños de convertirse en un ingeniero civil, encuentra felicidad en esta meta puesto que surge y se mantiene de un sentimiento de autonomía individual no dictado por exigencias sociales.
La peregrinación a la que somete Murakami a Tsukuru es aquella hacia la valoración del individuo como generador de sentido e identidad. Tsukuru es incapaz de completar este proceso porque todavía arrastra el residuo de una dependencia por su grupo de amigos. Murakami, que a lo largo de sus obras aboga por el reconocimiento del individuo frente a la presión del sistema, dirige a sus lectores japoneses en «Los años de peregrinación» una apología por la necesidad de reclamar mayor autonomía individual y reducir la dependencia en el sistema a la hora de construir una identidad propia. Y éste es un mensaje que debería extenderse más allá de las ya difusas fronteras sociales y culturales japonesas.