Higuchi Ichiyō (nacida Higuchi Natsuko, 1872-1898) fue, y aún es, una de las escritoras japonesas más reconocidas en la historia de su literatura nacional. Tras un período de aparente silencio en el ámbito de la literatura femenina, desde el auge de sus antepasadas del Período Heian (784-1185), Ichiyō es la primera autora en lograr abrirse camino dentro de un mundo literario predominantemente liderado por hombres. Gracias a los avances, no sólo tecnológicos, sino también ideológicos, de la Restauración Meiji de 1868, se abre una nueva oportunidad para que mujeres como Ichiyō pudiesen exponer sus ideas y sus obras dentro de los círculos artísticos. Alabada como escritora por muchos, y censurada como mujer por otros tantos, Ichiyō logra colocarse a la cabeza de este resurgimiento de autoras en parte gracias a las circunstancias que marcarían la trayectoria personal de su vida: la independencia.
Hija de un matrimonio de ascendencia samurai, oriundo de la provincia de Yamanashi, Natsu nace en Tokio después de que sus padres se mudasen en busca de oportunidades. Desde su niñez su padre inspiraría en ella el interés por los clásicos de la literatura china y japonesa, y a pesar de la oposición de su madre, Ichiyō pronto comenzaría sus estudios formales en la escuela, llegando más tarde al Hagi-no-ya, una institución femenina para las hijas de familias adineradas donde, a cargo de la figura de Nakajima Utako (1845-1903), las jóvenes se formaban en las artes del waka y los clásicos nacionales.
Cuando Natsuko tenía sólo diecisiete años, su padre fallece dejando a la familia en una situación de escasos recursos y penurias económicas. Fue en este momento cuando la autora decidiría comenzar a escribir de forma profesional, al margen de diversos puestos temporales, necesarios para poder sustentar a su madre y su hermana. La joven buscó cobijo y consejo profesional en el que se convertiría en el gran amor imposible de su vida: Nakarai Tōsui (1861-1926). Gracias a los contactos de Tōsui y otras camaradas escritoras como Miyake Kaho (1868-1943), así como las recientes experiencias de su madurez y el engaño amoroso de su mentor, la entonces rebautizada «Ichiyō» comienza a abrirse paso por medio de la publicación de sus primeras historias.
Sería no obstante en el momento de la recopilación de los capítulos serializados de su obra más reconocida, «Takekurabe» («Dejando atrás la infancia», 1896), cuando Ichiyō alcanzaría su máxima popularidad dentro de los círculos más respetados de la literatura del momento. Autores como Mori Ōgai alabaron la capacidad creativa de esta escritora, pero lo que sus contemporáneos pasaron por alto fue el reflejo de sus impresiones como mujer en un período de transición entre tradición y modernidad, plasmada en muchos de sus relatos por medio de las técnicas de la escritura realista. Poco después, a la temprana edad de veintiséis años, Ichiyō pasaría a mejor vida tras contagiarse de tuberculosis. Sin embargo, gracias a la fama adquirida por su obra en los últimos años de su vida, sus historias se preservaron de generación en generación como piezas dignas de considerarse clásicos de la literatura nipona, y es en la actualidad que el estudio de esta escritora se ha retomado con especial interés.