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Yang Yi y la diáspora china

En Una mañana en la que el tiempo se desdibuja (Toki ga nijimu asa, 2008), la escritora de origen chino Yang Yi (Harbin, 1964) ofrece una respuesta posible al fracaso político y el exilio. Esta novela explora las consecuencias de la brutal represión policial en la Plaza de Tian’anmen durante las protestas sociales de 1989 en favor de una reforma democrática. Los personajes de Yang Yi se debaten entre la continuación de sus ideales políticos y la necesidad de encontrar trabajo y formar una familia en el extranjero. Una mañana en la que el tiempo se desdibuja encarna en sí misma esta dicotomía: es una novela política, que en China habría sido censurada de forma inmediata, y a la vez es un producto comercial diseñado para el mercado japonés y editada para coincidir con el año de las olimpíadas de Beijing, que marcaron el ingreso de China al círculo íntimo de las potencias industriales.

Portada de la edición japonesa de Toki ga nijimu asa

Toki ga nijimu asa (Bungei shunjū, 2008)

Yang Yi rastrea las marcas que el exilio político y económico deja en el cuerpo bajo la forma de emociones violentas. Las emociones en este relato son especialmente violentas por la mañana. La novela comienza en un pueblo perdido del campo, donde dos jóvenes idealistas, Liang Haoyuan y Xie Zhiqiang, que sueñan con ir a la universidad y servir a su país, obtienen plazas en la universidad provincial de Qindu. Encandilados por su nueva vida de estudiantes, se levantan muy temprano cada mañana para declamar poemas a los gritos junto al lago del campus. Es la primavera del ‘89, cuando en todo el país los estudiantes se levantan exigiendo una reforma democrática. Alentados por un profesor carismático, Haoyuan y Zhiqiang viajan a Beijing y participan de las protestas en la Plaza de Tian’anmen. Una madrugada al poco tiempo de haber vuelto a Qindu, se enteran de que la división de blindados acaba de entrar en la plaza. También la ciudad les da la espalda, porque ve en las protestas y los cortes de calles un obstáculo para el comercio y la vida cotidiana. Haoyuan y Zhiqiang son expulsados de la universidad. El profesor se exilia en Francia y otro intelectual escapa a Estados Unidos. Zhiqiang se queda a buscarse la vida en China, pero Haoyuan se casa y emigra a Tokio. La comunidad de exiliados chinos en Japón se organiza para continuar exigiendo la reforma democrática de su país, luchando contra la transferencia del Hong Kong británico a China y la designación de Beijing como sede de las olimpíadas, pero pronto es evidente que ven en el movimiento de reforma sólo una oportunidad para hacer negocios. Es el peor de los exilios, el escape hacia la vida privada, que Haoyuan no puede permitirse porque ya su padre, estudiante de filosofía en Beijing, había sido acusado en el ‘57 de ser un cuadro antirevolucionario y, tan solo un semestre antes de graduarse, enviado a una granja de reeducación revolucionaria en la árida meseta de Huangtu. Son heridas abiertas, que duelen más por la mañana, cuando Haoyuan contempla en lágrimas el amanecer de Tokio junto a Ume, esposa y madre de sus hijos. Para Haoyuan sin acción política el destino del padre se vuelve el destino del hijo y así el tiempo se desdibuja.

Al mismo tiempo, Una mañana en la que el tiempo se desdibuja es una novela calculada para la audiencia japonesa. Presenta el proceso revolucionario chino como una serie de injusticias continuadas, tal como se lo ve en Japón, país en el que el partido comunista carece de relevancia. Más aun, Yang Yi hila uno tras otro los lugares comunes a menudo asociados con China: la amistad entre dos estudiantes, el amor por la poesía, el idealismo político y el terror político, la escasez material y el sueño de emigrar. Los contrasta así con un Japón como destino posible –a la par de Estados Unidos y Francia, democrático, moderno y rico– cuando la vida se hace imposible en China. Los personajes chinos de esta novela ven a Japón con los ojos benevolentes que son en realidad los del lector japonés promedio.

Algunos lectores vieron en esta novela un grito de amor desesperado por el idioma japonés de una escritora cuyo idioma nativo es otro. A la vez, Yang Yi, como la mayoría de los Chinos en el exilio, se ha tenido que buscar la vida y ganarse el pan, y no es una casualidad que Una mañana en la que el tiempo se desdibuja tenga todos los elementos necesarios para vender y ganar premios en Japón.

Yang Yi, que recién emigrada a Japón supo lavar platos en restaurante chino, se convirtió con esta novela en la única no hablante nativa en recibir uno de los máximos galardones de la literatura japonesa, el Premio Akutagawa. Desde entonces, además de publicar novelas, da clases en varias universidades de Japón.

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Esta entrada fue publicada en mayo 28, 2014 por en Reseñas y etiquetada con , , .

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