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Gokumon-tō: La isla de las puertas del infierno

Yokomizo Seishi, Gokumon-tō: La isla de las puertas del infierno, Quaterni, 2015.
(Gokumon-tō, 1947-1948)
243 páginas. Traducción de Ismael Funes Aguilera.

Yokomizo Seishi, Gokumon-tō: La isla de las puertas de infierno (Quaterni, 2015)

Yokomizo Seishi, Gokumon-tō: La isla de las puertas de infierno (Quaterni, 2015)

Tras la derrota japonesa en la II Guerra Mundial, Kitō Chimata pide a su amigo, el detective Kindaichi Kōsuke, como último deseo, que acuda a su isla natal de Gokumon, en el mar interior de Seto, para evitar la inminente muerte de sus tres hermanas. Kindaichi accede intrigado y acude al lugar, una pequeña y fantasmagórica isla de pescadores marcada por la desconfianza hacia el extranjero, la influencia del abad local y la lucha constante entre las dos ramas de la familia Kidō por la hegemonía. En este contexto de odios fratricidas comenzarán a sucederse una serie de muertes grotescas, y Kindaichi intentará resolver el enigma que encierra la petición de Chimata, sacando a la luz las miserias y más oscuros secretos de la isla.

Tanto Yokomizo Seishi como el detective Kindaichi Kōsuke no son desconocidos al lector de lengua española gracias a El clan Inugami. La novela que nos ocupa hoy es anterior en el tiempo, se publicó de forma serializada entre 1947 y 1948 en la revista de misterio Hōseki (Joya), y es la segunda protagonizada por Kindaichi. Ha sido elegida por los lectores y escritores japoneses como la mejor novela de misterio nipona del siglo XX. Su relevancia popular se puede apreciar a través de su adaptación al manga, dos versiones cinematográficas y cuatro seriales de televisión.

Kindaichi es uno de los detectives novelescos más famosos de Japón, y como no podría ser de otra manera, es un personaje excéntrico. Con una capacidad de observación y deducción superiores a la media, un nerviosismo casi adolescente ante las mujeres y una serie de tics cómicos cuando se encuentra en pleno proceso de investigación. Recién regresado de la Guerra, en una isla habitada por pescadores descendientes de piratas y criminales, que desconfían del extranjero y se rigen por la endogamia, será el objeto de recelo y falta de cooperación.

Las descripciones de Yokomizo gozan de una plasticidad portentosa, envolviendo la isla en un halo de misticismo tenebroso, donde los grotescos y sádicos asesinatos se presentan como bellas obras de arte de cuidada elaboración. Una serie de haikus colaboran a embellecer el ambiente enrarecido de los acontecimientos.

Yokomizo describe con maestría los orígenes de la isla, cómo sus habitantes han llegado a ser lo que son, y cómo la Guerra sólo ha acrecentado el recelo ante el que viene de fuera. La Guerra está presente en todas y cada una de las páginas del libro; Yokomizo critica su desolación y futilidad en las descripciones de los paisajes y en las palabras de los habitantes, en sus deseos de recuperar a la familia perdida, los montes destrozados y los símbolos cedidos a la maquinaria bélica.

Este libro es un lienzo sobre el cambio nipón tras la Guerra, un perpetuo contraste entre lo nuevo y lo tradicional: la ropa occidental y el lenguaje de los foráneos –con especial acento en Kindaichi y su enorme conocimiento de la cultura clásica europea– se enfrentan al cerramiento de los habitantes de la isla, un pueblo dominado por una familia terrateniente para la que la sangre lo es todo, un lugar donde el abad del templo budista es casi omnipotente y donde todavía se juzga a la gente por su procedencia o empleo como en las antiguas castas. Trasciende el simple entretenimiento y nos expone de manera magistral la eterna lucha entre lo propio y lo ajeno, entre la conservación de las tradiciones y la adaptación al mundo actual.

La novela está cargada de elementos típicos del género: una nota que advierte de una tragedia, un detective excéntrico que desempeña su función en terreno hostil, secretos familiares y asesinatos con una espectacular puesta en escena. La narración de Yokomizo, con pocos y bien definidos personajes, es ágil e insta a devorarla de principio a fin. Aunque desenmascarar al culpable de los crímenes puede no ser algo muy complicado para el lector, todas las relaciones que conformarán la justificación final hacen de ese detalle algo intrascendente. No importa tanto la solución como la exposición de motivos.

La edición de Quaterni está muy cuidada, incluye un mapa de localización de la isla respecto a Japón y un árbol genealógico para identificar a todos y cada uno de los personajes de la obra, con su parentesco o función en la historia. La traducción de Ismael Funes Aguilera destaca por la inclusión de formas coloquiales y fallos gramaticales típicos según el estrato social del personaje que habla, acercando al lector a la realidad de la isla. Del mismo modo, incluye un buen número de notas aclaratorias a pie de página, esenciales para comprender no sólo el significado de algunos términos o periodos históricos, sino elementos culturales esenciales para la trama.

¿La mejor novela de misterio japonesa? Es difícil decirlo, pero no se puede negar que, además de contener los mejores elementos de la novela detectivesca tradicional, funciona como reflejo de los conflictos religiosos y sociales que tuvieron lugar en Japón tras la II Guerra Mundial, extrapolables a nivel mundial; y todo esto narrado de manera fascinante.

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Esta entrada fue publicada en julio 23, 2015 por en Reseñas y etiquetada con , , , .

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