En noviembre de 1915, hace un siglo, la editorial Uetake shoin publicaba la primera traducción completa al japonés de las dos partes de la novela de Miguel de Cervantes Don Quijote de la Mancha. La traducción fue a cabo del dramaturgo Shimamura Hōgetsu (1871-1918) y Katagami Noboru (1884-1928), profesor de literatura rusa en la Universidad de Waseda.
Como ni Katagami ni Hōgetsu sabían castellano, se basaron para su Quijote en las traducciones de John Ormsby (al inglés), Louis Viardot (al francés) y Ludwig Tieck (al alemán). Este tipo de traducciones de segunda mano eran muy corrientes en el Japón de la época, donde la demanda de traducciones superaba con creces la cantidad de especialistas en lenguas extranjeras.
Una de las ediciones japonesas del Quijote más interesantes es Ehon Don Quijote, con ilustraciones de Serizawa Keisuke (1895-1984), publicada en una tirada limitadísima en Kyoto en 1937. Este particular Quijote nació de la amistad entre el coleccionista estadounidense Carl Keller (1872-1975) y Yanagi Sōetsu (1889-1961), el principal impulsor del movimiento mingei (artes populares), que promocionó la renovación y preservación de técnicas de artesanía tradicional a principios del s. XX. Keller, que coleccionaba versiones del Quijote, quería una copia japonesa y consiguió que Yanagi gestionara la producción de una traducción ilustrada para su colección.
La pieza es notable no sólo por la belleza de sus ilustraciones, sino por reambientar la novela de Cervantes en la era Edo (1603-1867), presentando al Caballero de la Triste Figura equipado con armadura de samurai y naginata (especie de alabarda japonesa).