Okamoto Kidō, Hanshichi. Un detective en el Japón de los samuráis, Quaterni, 2012.
(Hanshichi torimonochō. Edo meitantei monogatari, 1916 – 1939)
Traducción del japonés de Mariló Rodríguez del Alisal y Yuko Fujimura.
310 páginas.
Hanshichi es un detective japonés que desarrolla su actividad a finales de la era Edo (1603-1868), poco tiempo antes de que Japón se abriera al mundo tras un aislamiento voluntario fomentado por la jerarquía militar dominante. Carente de una ciencia forense similar a la contemporánea de otros países, Hanshichi resuelve sus casos mediante la observación y el interrogatorio, confiando plenamente en su intuición en un mundo dominado por la superstición y la observación de rígidos códigos de comportamiento social.
Okamoto Kidō bautiza a su personaje al final del primero de los diez relatos que componen este libro como «una especie de Sherlock Holmes de la Era Edo», y es que la obra de Conan Doyle fue la inspiración que le llevó a escribir durante décadas las historias del detective nipón. Establecido el paralelismo entre ambos personajes por el propio autor, cabe destacar que son las diferencias lo que más interesante hacen este compendio de historias.
Los relatos comienzan como recuerdos de una tercera persona, que charla con un Hanshichi ya avejentado y retirado de la policía y que evoca casos curiosos de su pasado partiendo de elementos como fechas importantes, festividades u obras de teatro. Kidō utiliza los casos de Hanshichi para describir la sociedad de clases del periodo Edo: la clara distinción entre los miembros de un mismo estrato como los samurái (no es de extrañar, ya que el propio autor desciende de familia samurái), la distribución urbana de los habitantes por profesión o estatus, el funcionamiento político, la relevancia del honor sobre todas las cosas y la presencia del mundo sobrenatural en el inconsciente popular. Estos dos últimos elementos serán de vital importancia en la resolución de los casos a los que Hanshichi hace frente, quedando patente que incluso el mismo detective observa el factor sobrenatural como posible causa de algunos incidentes.
Para un lector acostumbrado a la literatura de detectives, puede resultar chocante la excesiva facilidad con la que Hanshichi resuelve los casos, casi por inspiración divina. En esta época de aislamiento y control social, se guía por los rumores del pueblo y la observación del medio y las personas para resolver los casos, aunque también es muy interesante cómo el propio Hanshichi, valiéndose de su estatus social como detective, recurre constantemente a las amenazas físicas para sonsacar confesiones. También es relevante cómo en ocasiones lo que importa no es que el culpable pase a disposición de la justicia, sino que Hanshichi favorece la resolución “fraudulenta” del caso, de manera que las familias nobles no vean perjudicado su honor de cara al público. Por un lado tenemos resoluciones eficientes, finales felices y el menor número de ejecuciones posibles. Por otro, abuso de poder, manipulación de pruebas y un claro favoritismo hacia los poderosos. No, Hanshichi no es Sherlock Holmes.
Los diez casos que Quaterni ha seleccionado para este libro son:
«El fantasma de Ofumi» («Ofumi no tamashii«): el narrador nos presenta por primera vez a Hanshichi a raíz del hecho de que su tío no cree en fantasmas. Con el trasfondo de los libros de ilustraciones y un caso real de 1803, Hanshichi investiga la aparición del fantasma de una ahogada en la mansión de una familia samurái.
«La farola de piedra» («Ishi dōrō»): tras explicar la distinción de rangos policiales durante su etapa como detective en activo, Hanshichi recuerda uno de sus primeros casos como ayudante: la desaparición de la heredera de una mercería. Muestra la rigidez de las normas sociales en lo referente al matrimonio entre personas de distinta posición, y también el lado oscuro del negocio de la prostitución.
«La muerte de Kanpei» («Kanpei no shi»): hablando del Año Nuevo y las celebraciones de teatro aficionado, Hanshichi recuerda un caso grotesco en el que el heredero de una ferretería muere durante la representación de Chūshingura (Los 47 rōnin) debido a la manipulación de un objeto de atrezo. Claro ejemplo de la vinculación de Kidō con el mundo del kabuki, así como del sistema de adopciones con el fin de conseguir un heredero para el negocio familiar.
«El misterio de la campana de incendios» («Hansho no kai»): con el pretexto de una fiesta popular de noviembre, mes de los incendios en Edo, Hanshichi narra un caso en el que se nos describe a la perfección la unión de pueblo y funcionarios en el antiguo sistema de avisos de incendio, cuando las ciudades estaban fabricadas totalmente de madera. Podría considerarse muy cercano a Los crímenes de la calle Morgue, de Poe.
«La doncella del daimyō» («Oku jochū»): comparando el calendario lunar con el calendario gregoriano a causa de una festividad veraniega, Hanshichi cuenta el caso de las misteriosas desapariciones periódicas de la hija de la dueña de una casa de té.
«Nieve de primavera» («Haru no yukidoke»): Hanshichi recuerda, tras mencionar una balada de una obra de kabuki, un caso de desapariciones, celos y asesinatos con el trasfondo de los barrios de placer. Destaca la presencia del masajista ciego, personaje recurrente en la cultura literaria japonesa (en concreto en el misterio con Edogawa Rampō).
«La mansión de las campanillas» («Asagao yashiki»): Hanshichi nos habla de la desaparición del hijo de un alto funcionario vinculado con la maldición de una casa encantada. Pretexto para presentar la rivalidad entre miembros de una misma clase con diferentes atribuciones y jugar con el género de las mansiones encantadas.
«El guirigay de los gatos» («Neko sōdō»): Hanshichi tiene una gata, y a partir de ello cuenta su caso más cercano al mundo sobrenatural, relacionado con los gatos monstruosos, un género que ha dado mucha literatura y cine en Japón. Es el caso más terrorífico del libro, y deja claro la fuerza de la superstición hasta en el propio detective.
«La celebración del paso de la montaña» («Yama iwai no yo»): a raíz de un viaje a Hakone, Hanshichi recuerda un caso que vivió en la zona, un asesinato doble directamente relacionado con el sistema de aduanas y permisos de paso de la antigua demarcación territorial del país.
«El caso del halcón desaparecido» («Taka no yukue»): tras ver unas flores que le recuerdan una obra de teatro kabuki, Hanshichi relata un caso de 1859 acerca de la desaparición de un halcón de palacio. Es interesante ver cómo la legislación del periodo regulaba el orden social incluso en lo referente a la posesión de animales según la clase a la que se perteneciera. Es la primera vez que se traduce este relato a una lengua extranjera.
La edición de Quaterni es soberbia, plagada de notas a pie de página que profundizan en los significados y contenidos culturales de conceptos y obras de kabuki, esenciales para comprender el simbolismo de algunos casos. Además, incluye una breve introducción de lectura obligada como elemento contextualizador, sencilla pero muy completa, sobre el autor y sus influencias, el personaje de Hanshichi y el periodo histórico donde acontecen los relatos. Una maravilla muy entretenida, recomendable para cualquier tipo de lector. Esperemos tener pronto más casos de Hanshichi en nuestras manos.