Murakami Haruki está de vuelta. Y mejor aún, con un cuento. Desde que sacó Tōkyō kitanshū (Historias extrañas de Tokyo) en 2005, Murakami no publicaba relatos breves. En el medio estuvieron las novelas 1Q84 y Los años de peregrinación del chico sin color, pero recién ahora, ocho años después, ha retomado el género de ficción corta que tan bien le sienta a su estilo ajustado y pulcro.
Es parte de la antología de historias de amor Koishikute (Enamorado, Chūō kōron shinsha, 2013), en la que él mismo traduce al japonés nueve relatos de autores contemporáneos como Alice Munro, Peter Stamm, Ludmila Petrushevskaya y otros. Su cuento aparece al final, con el título «Samsa enamorado» («Koi suru Zamuza») y comienza así:
Al despertarse y abrir los ojos, él descubrió que se había transformado en Gregorio Samsa acostado sobre su cama.
Porque Murakami no es muy dado al pastiche lo primero que sorprende es que suene tan igual –pero invertido– a La metamorfosis (1915) de Kafka.
Aquí es el monstruoso insecto quien se transforma en ser humano y quien de pronto se encuentra perplejo como un recién nacido. ¿Murakami está jugando a hacer fan fiction y a reescribir el destino de Samsa, que al final del relato de Kafka muere? ¿Nos cuenta lo que le habría ocurrido al pobre Samsa cucaracha si hubiera podido recobrar su forma humana?
Pero ya no estamos en la Praga del Imperio austrohúngaro. Este Samsa no está atrapado en el agobio de la familia nuclear pequeñoburguesa. La opresión es otra, la ciudad está llena de tanques, hay toque de queda, todo sugiere que se trata de la Praga invadida por el ejército soviético en 1968.
El Samsa de Murakami se despierta confundido. Si Kafka había explorado el horror de ser tratado como un insecto, aquí se trata más bien del horror de ser un ser humano, de la desprotección y la soledad y el espanto de la guerra y la desesperante necesidad de establecer una conexión con el otro. Samsa se encuentra con una casa vacía, como si sus ocupantes hubieran tenido que huir de repente, dejando el café aún caliente sobre la mesa. Y la que aparece en la puerta es una joven contrahecha, que camina agachada como –adivinaron– una cucaracha.
El único escritor contemporáneo que puede transformar este pastiche kafkiano en un relato de amor inocente e inesperado es Murakami Haruki. «Samsa enamorado» es el reflejo invertido de La metamorfosis pero, con buen tino, Murakami utilizó un espejo curvo que devuelve un relato lleno de humor y esperanza en los seres humanos.
Valió la pena la espera. Murakami está de vuelta y en su mejor forma. Ojalá pronto salga «Samsa enamorado» en español. Mientras tanto, la revista The New Yorker publicó en su edición de octubre una versión traducida al inglés por Ted Goossen como «Samsa in love».